viernes, 8 de septiembre de 2017

Mes de la Biblia

LADDP-CSREC-Trujillo
Obidio Rubio Mercedes
8 de setiembre de 2017


Sobre el mes de la Biblia
Casiodoro de Reiyna y Cipriano de Valera
Fragmento extraído de “Historia de la Inquisición y la Reforma en España” de Samuel Villa, 1977
1. Los protestantes españoles en el exilio

Cuando fue nublándose el horizonte religioso en España, en el curso de los años del 50 en adelante del siglo XVI, algunos de los que se consideraron en peligro y tuvieron oportunidad para hacerlo empezaron a abandonar discretamente la Península, cruzando los Pirineos hacia Francia, Suiza y Alemania, o por mar, en dirección a los Países Bajos e Inglaterra. Al estallar la persecución, en el 1557, ya vimos que fueron muy pocos -aunque algunos hubo los que pudieron ponerse a salvo, si exceptuamos los componentes de los núcleos reformados aragoneses, que por su vecindad con Francia pudieron huir más facilmente a este paÌs.
En los Países Bajos, aunque bajo dominio español, se gozó por algún tiempo de mayor 'libertad que en España y allí acudieron bastantes refugiados. Más adelante se hizo también inseguro el paÌs, y los refugiados tuvieron que abandonarlo, especialmente durante las alternativas de la guerra con España. Amberes fue el primer lugar donde se formó una iglesia de refugiados de habla española, de la que Antonio del Corro fue pastor, pero tuvo que abandonarla en 1568, cuando la ciudad cayó en poder del duque de Alba.

 Reorganizada la iglesia más adelante, fue pastor de la misma Casiodoro de Reina, hasta que fue disuelta definitivamente al caer Amberes en poder de las tropas de Alejandro Farnesio, en agosto de 1585.

Francia constituyó un refugio para muchos emigrados españoles, especialmente los que al desencadenarse la persecución en 1557 huyeron de los territorios de Aragón. Muchos españoles se establecieron en Lyón. Más adelante los hugonotes franceses tuvieron que sufrir ellos mismos crueles persecuciones. Algunos españoles emigrados fueron aceptados en calidad de pastores en sus iglesias, como Antonio del Corro, que lo fue en Téobon, y Juan Pérez en varias localidades.

A Ginebra fueron a parar, a partir del encarcelamiento del Dr. Juan Gil, bastantes reformados de Sevilla y alrededores, cual los frailes huidos del monasterio de San Isidro, y otros más, hacia los años 1557 a 1559, procedentes de varios puntos de la Península, según se establece de cartas de contemporáneos. A estos emigrados se extendieron los privilegios que se concedÌan a los italianos, que desde hacia algún tiempo iban acudiendo a Ginebra buscando asilo. Juan Pérez formó una iglesia de españoles en Ginebra. Cuando Pérez fue a Francia se encargó de esta iglesia Casiodoro de Reina, y otros después de Èl, hasta que se disolvió por haber marchado la mayorÌa de sus miembros a Inglaterra.
Otros españoles encontraron refugio en el Palatinado y los dominios del landgrave de Hesse-Cassel, como González de Montes.
Inglaterra recogió, entre reformados procedentes de otras naciones como holandeses, franceses e italianos, también a algunos españoles. La primera referencia que tenemos de una congregación de protestantes españoles en Inglaterra es la de que. en 1559 se celebraban cultos en español en una residencia particular de Londres. Se ignora si se trataba de emigrados que acababan de huir de España o bien si eran individuos que, habiéndose establecido en Inglaterra durante la permanencia allí de Felipe II, se convirtieron luego a la fe reformada.
En 1568 Antonio del Corro se hizo cargo del pastorado de la Iglesia española de Londres. También Cipriano de Valera intervino en los asuntos de las iglesias españolas de Inglaterra.

2. Casiodoro de Reina.

Nacido en Sevilla y era monje jerónimo de San Isidro, de donde salió al mismo tiempo que Cipriano de Valera y Corro. Fue recibido amablemente en Inglaterra y tuvo la alegría de recobrar allí a sus parientes más allegados que pudieron escapar de España. En, Londres presidió Casiodoro durante un tiempo la congregación de fugitivos.

Habiendo abandonado Inglaterra pasó a Estrasburgo, donde trabajó firmemente para terminar la traducción de la Biblia, iniciada por Juan Pérez, y para cuya impresión había dejado éste un legado, seg ̇n ya indicamos. Más tarde, habiendo surgido algunas dificultades entre los reformados luteranos y Èl, a causa de sus convicciones calvinistas, se trasladó a Basilea, donde en el aÒo 1569 dio a la luz la tan deseada traducción de toda la Biblia. Esta edición recibió el nombre de la  ́Biblia del Oso, porque aparecía en la portada una viñeta con la imagen de este animal como marca de imprenta. Los pastores evangélicos y el Consejo Municipal de la ciudad habían apoyado la obra con todas sus fuerzas, y como muestra de gratitud dedicó Reina un ejemplar a la Biblioteca de la Universidad de Basilea, con un autógrafo-dedicatoria, que todavía se encuentra allÌ. Se tiraron de esta primera edición 2.600 ejemplares y, a pesar de los obstáculos que había para su venta, en el aÒo 1596 ya se había agotado totalmente.
Habiendo concluido su gran obra en Basilea, salió Casiodoro de esta ciudad y se dirigió a Francfort (Alemania), ciudad donde tuvo buena acogida e incluso se le hizo ciudadano de honor. Desde allÌ fue a Amberes, para ocupar en 1579 el puesto de pastor en la congregación de los franceses que se habían adherido a la confesión de Augsburgo, iglesia que reorganizó y en que desplegó gran actividad.
Cuando Amberes cayÛ en manos de Alejandro Farnesio, en agosto de 1585, dejó esta ciudad y volvió a Francfort, donde su figura fue muy respetada entre los evangélicos luteranos que habían emigrado de Holanda, sosteniéndose por su propio trabajo con un comercio de sedas que estableció. Algún tiempo después, teniendo más de setenta años, fue elegido pastor auxiliar en la iglesia de los franceses luteranos de Francfort, en 1593. Todavía ocho meses pudo ejercer su ministerio, hasta que durmió en el señor en 15 de marzo de 1594. Su hijo Marcos fue, dos años más tarde, elegido sucesor de su padre.
La Biblia de Reina no fue la primera versión completa de las Sagradas Escrituras al castellano. ExistÌa la versión de Alfonso el Sabio, de 1260, pero Ésta tenia ya entonces un valor meramente histórico. Los judíos de Ferrara habían editado todo el Antiguo Testamento en castellano en 1553, pero era una versión difícil de lenguaje, por demasiado literal y además poco manejable. El Nuevo Testamento había sido vertido al castellano por Enzinas y por Pérez de la Pineda con anterioridad a que lo hiciera Reina.
Aparte del texto original y versiones latinas, al hacer su traducción tuvo Casiodoro de Reina a la vista los trabajos anteriores de Valdés (los Salmos), de Enzinas y de Pérez de la Pineda, asÌ como la Biblia Ferrariense. La versión de Reina es todavía hoy la usada por los protestantes de habla española, con las ligeras correcciones que hizo en ella Cipriano de Valera. Ha sido durante siglos la única traducción castellana asequible y es reconocida por los mismos católicos como muy superior a las dos versiones suyas, más tardías -y únicas hasta tiempos muy recientes-, de Scio y de Torres Amat.


3. Cipriano de Valera.
Fue el m·s diligente y prolífico de todos los escritores adheridos a la causa reformada, al que sus enemigos calificaron como el  ́hereje española por antonomasia.
nació en Sevilla y entró joven en el monasterio de San Isidro del Campo, donde aceptó la Reforma. HuyÛ de allÌ ya antes de iniciarse la persecución, en 1555, y se refugió en el extranjero. A los inquisidores se les escapó de las manos un no despreciable enemigo, ya que tan pronto como pisÛ una tierra menos hostil se inició la ininterrumpida serie de sus escritos. En Ginebra, en Holanda, en Inglaterra, dondequiera que residió el fugitivo, pero especialmente en este último punto, hizo crujir las prensas con escritos de su pluma. Vamos a dar una corta reseña de sus obras. ‘

La más extensa lleva por titulo Dos tratados, del Papa de la Missa. En el primero se refiere al papa y a su autoridad, y a lo que concerniente a este punto enseñan los doctores y concilios antiguos y la misma Sagrada Escritura. El segundo se refiere a la Misa, aportando datos procedentes de las mismas fuentes. El propósito de ambos tratados es el de demostrar con la palabra de Dios la falta de base del sistema papal y de la Misa, las columnas principales de la Iglesia católica, seg ̇n Valera.


En el cáustico tratado sobre el papa hace una recopilación de los desmanes atribuidos tradicionalmente a los papas. Contiene una curiosa colección de refranes que reflejan el concepto que merecía en la mente popular el clero de aquellos tiempos. La idea principal del tratado es presentar a Cristo como mediador  ̇nico entre Dios y los hombres. idénticos propósito y método se encuentran en el tratado sobre la Misa. Contrapone al concepto católico de la Eucaristía el de la Iglesia antigua, o sea el de la sencilla comunión como recuerdo y símbolo, adoptado de modo general por los protestantes. A1 fin del tratado se ocupa del verdadero sacerdote y del verdadero sacrificio hecho por el Sumo Sacerdote, Jesucristo.
Otro de sus escritos de controversia es Enjambre de falsos milagros, en que su mordacidad se ceba a placer sobre la superstición tan en boga en sus tiempos. Sin embargo, debe destacarse que es corriente que las obras simplemente anticlericales se distingan por la malicia y aun la chabacanería, en tanto que en Èl la ironÌa se halla envuelta por compasión verdaderamente cristiana, que Valera siente por quienes carecen de la verdad, por haberles sido mitificada. Por esto concluye este tratado con la seria y fervorosa amonestación de acudir a Cristo. el úatestiguónico que obra verdaderos milagros, para recibir de El Èl mayor de todos ellos, la paz del alma.
Cipriano de Valera atestiguó el respeto y estima que sentÌa por el gran reformador de Ginebra, Calvino, traduciendo su Instituciones Cristianas al castellano. Esta traducción de Valera ha sido reproducida en facsÌmile recientemente.
Parecido a la Epístola consolatoria de Juan Pérez es su Tratado para confirmar en la fe cristiana a los cautivos de BerberÌa, que dirige Valera a los cristianos que habían caído en las manos de los numerosos y potentes piratas mahometanos de' Argelia. Su propósito es confirmar a los cautivos en su fe, para que no renieguen de ella. Su verbo se inspira y eleva cuando pasa a describir los consuelos de la fe cristiana, y muestra la Sagrada Escritura como un refugio de la pesadumbre y desesperación, como un arma eficaz contra los enemigos del alma y del cuerpo y como fuente de toda doctrina cristiana.
Otra obra polémica suya es el Aviso a los de la Iglesia Romana.
La obra de Valera que más fama le ha aportado ha sido su Biblia. Fue impresa en Amsterdam en 1602. Al escribirla, Valera sigue fielmente la traducción de Casiodoro de Reina, con muy ligeras enmiendas en el lenguaje y en los sumarios de los capítulos. Ya dijimos que esta versión es la de general aceptación todavía entre los protestantes actuales de habla española. Considerando que la labor de Valera se limitÛ a la corrección linguística de la traducción de Reina, merece, en justicia, que se la denomine versión de Reina-Valera, y no de Valera a secas.
Si queremos dar una visión de conjunto de la obra de Valera, justo es reconocer que no hay que buscar en ella la unción de Valdés, la elegancia de Enzinas, la claridad de Ponce o la tolerancia de Corro. Valera es un hombre de combate: su fuerte es la polémica, el ataque, y de lo que cuida es del filo de sus armas: sus folletos tienen carácter popular, eran escritos pensando en las masas y en el lenguaje que Éstas comprenden y gustan. Quiz· -no hay inconveniente en señalarlo- en el ardor de la pelea se le corría de vez en cuando la pluma algún tanto; pero Èl, el fugitivo de su patria por la intolerancia de la Iglesia católica, apenas para mientes: lo que Èl se había propuesto como objetivo era mostrar las flaquezas de su enemiga, apabullarla, ponerla en berlina, no ya hacer trabajos de erudición histÛrica.

Como es natural, este tipo de actividad polemista no es el tenido hoy en mayor estima dentro de una labor apologética, pero no debemos olvidar los enconos y violencias con que se sentían constreñidos a defender sus respectivos credos religiosos los hombres de aquellos siglos, de lo cual toda la presente historia es un testimonio. En último término, nuestro exiliado lo que procuraba, a su modo, era disipar la obcecación de los pocos y la ignorancia de los muchos sobre puntos de capital importancia, no sólo para los individuos como seres humanos aislados, sino también para la convivencia social, obcecación e ignorancia que habían hecho posibles una hecatombe de la cual, como desterrado, Èl mismo estaba sufriendo las consecuencias. Había y hay otros modos más eficaces, sin duda, de defender y trabajar por la causa del Evangelio, pero justo es reconocer que estos escritos de Cipriano de Valera -incluso a pesar de sus defectos- fueron valiosos en aquella Època y para aquellos hombres.

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